Desde mi celda, pero libre- Tapa blanda
Desde mi celda, pero libre- Tapa blanda
...cuando escuché el veredicto de culpable y la voz del juez pronunciar la sentencia: ‘’Señor Acosta, yo te sentencio a pasar el resto de tu vida en la prisión,’’ no me es posible describir lo que sentí.
Ahí estaba yo, con solo 27 años de edad; rodeado por un grupo de personas que nunca antes de esos días había visto ni conocido, mirando casi sin ver como algo irreal a un juez de rostro severo decir esas palabras como daga de acero que nunca olvidaré. El mundo se me vino encima. Mi vida se me iba, se me escapaba de las manos; una vida malgastada y destrozada por el pecado. Ahora señalado por la sociedad como lo vil y menospreciado, como el desecho y la escoria del mundo. Me volví para mirar a mi padre, mi único familiar presente, y cuando nuestros ojos hicieron contacto, pude ver la tristeza y el dolor personificados; y entonces rompí a llorar. Me esforcé por mantener el rostro firme y aparentar tranquilidad, pero no fui capaz de contener las lágrimas que comenzaron a correr por mis mejillas como un río de agua viva, fluyendo de un corazón profundamente entristecido, hondamente herido y ahora doblemente confundido y desorientado.
No creo haber llorado por la sentencia y el veredicto de culpabilidad, pues en ese momento mis sentidos estaban atontados y aún no había asimilado bien ese hecho. De hecho, mi mente estaba como en suspenso, en blanco. Lo que quebrantó mi corazón fue el agudo dolor y la tristeza que pude percibir en la mirada de mi padre. ''¿Qué pasó?'' Parecían decir sus ojos, cargados de tanta angustia. Unos ojos que jamás volví a ver, que nunca más volví a mirar...